Pronunciamiento de las mujeres de PODER en el marco del Día Internacional de las Mujeres, 2021
Hace un año tomamos las calles, con nuestros pañuelos verdes y morados. Para muchas, ese compartir hombro con hombro, cuerpo a cuerpo, ese grito de indignación multitudinario, ese sentirnos vivas y sentirnos juntas, ese mirarnos a los ojos y reconocernos hermanas, esa gran marcha de decenas, cientos de miles de compañeras, fue la última vez que estuvimos juntas.
Después llegó el confinamiento por la pandemia. Y con él llegó, sin saberlo en ese momento, un escenario de mayor injusticia y desigualdad para millones de mujeres y niñas en América Latina.
Porque si ya la vida antes de la COVID-19 era muy difícil para las mujeres y niñas, este sistema capitalista, patriarcal, racista y colonialista ha antepuesto como nunca las ganancias de las corporaciones a nuestra vida. Porque ha aprovechado la emergencia sanitaria para golpear aún más fuerte a las mujeres de las comunidades indígenas y afrodescendientes, de la comunidad LGBTQI, a las mujeres trabajadoras, mujeres periodistas, mujeres defensoras.
Porque el poder corporativo vio aumentar exponencialmente sus ganancias en beneficio de un puñado de multimillonarios, mientras que hay 118 millones de mujeres que viven en la pobreza en América Latina (23 millones más que en 2019).
Porque la inconsciencia de las corporaciones y su avaricia, con la venia de los gobiernos, nos está llevando al borde del colapso climático. Las mujeres ya están sufriendo consecuencias como el desplazamiento, el desarraigo y la destrucción de sus modos de vida.
Porque mientras los gobiernos declararon “esenciales” a industrias extractivas depredadoras, como la minería, que puso en peligro a las personas trabajadoras y afectó sus derechos laborales, los verdaderos trabajos esenciales, aquellos que sostienen al sistema como las labores de cuidados, realizadas, en su gran mayoría por las mujeres, fueron aún más precarizados y desvalorizados.
Porque para las madres y cuidadoras se multiplicó la carga laboral no remunerada. Porque muchas mujeres tuvimos que asumir la educación de las infancias en casa mientras que además realizamos el resto de los trabajos. Porque las soluciones de los gobiernos han sido escasas o nulas para garantizar el derecho a la educación y para acortar la brecha digital, dejando a miles de niñes sin posibilidad de aprender.
Porque el acceso a la salud y a la vacuna contra la COVID19 se ha convertido en privilegio de los países y las personas más ricas y ha hecho más poderosas a las farmacéuticas. Porque nuestros gobiernos deberían garantizarnos una vacuna libre de patentes, segura, gratuita, accesible en todos los países y para todas las personas de manera igualitaria.
Porque se retrocedió, tanto en la posibilidad de participación de los espacios cívicos para el ejercicio de la libertad de expresión y asociación, como en los compromisos con la transparencia, la consulta libre, previa e informada y la debida diligencia necesaria ante megaproyectos que afectan a las comunidades y, especialmente, a las mujeres.
Porque han aumentado los ataques a las organizaciones de la sociedad civil, comunidades y personas, principalmente mujeres, integrantes de la comunidad LGBTQI, afrodescendientes, indígenas y trabajadoras que luchan valientemente para defender los derechos de todes.
Este 8 de marzo nos unimos a los millones de mujeres que, a pesar de la distancia y la emergencia sanitaria, levantamos nuestras voces, buscamos soluciones, proponemos nuevos caminos, imaginamos otras economías posibles y seguimos sosteniendo la vida. Estamos conscientes y convencidas de que somos una fuerza que va a transformarlo todo desde una mirada incluyente, solidaria, anticapitalista, anticolonialista y antipatriarcal: la mirada feminista. No hay vuelta atrás.