A 8 de marzo de 2022.- Este #8M volvemos a salir a las calles. Han sido dos largos años de aislamiento y retrocesos en la condición de vida, en la salud física y mental, y en los derechos de las mujeres. La pandemia y la crisis económica asociada dejaron a una gran cantidad de mujeres más pobres, con más carga de trabajo no remunerado, más expuestas a ser explotadas y a perder el empleo, y más vulneradas por la violencia y la discriminación.
Las violencias llegan desde todos lados sin importar el contexto. El patriarcado como sistema se refleja en el Estado, en el sector privado y en la sociedad en general: trataron de hundirnos pero no lo lograron. Hoy emergemos aún en medio de inequidades e injusticias profundizadas y exacerbadas en todos los frentes. Hay 10 feminicidios diarios en México, los trabajos de cuidados y las labores domésticas siguen siendo menospreciados pese a que representan el 27.6 por ciento del PIB nacional, la participación laboral de las mujeres cayó 10 por ciento en América Latina y El Caribe, lo que implica un retroceso en los avances alcanzados en los últimos 18 años, y para cerrar la brecha de género en el mundo se necesitarán 135 años…
Emergemos resistentes para desafiar un modelo económico global que mantiene a millones de mujeres en la pobreza, desempleadas y en trabajos precarizados y mal remunerados, mientras los dueños de las grandes corporaciones siguen creciendo en riqueza, influencia y poder. En los últimos dos años, los diez hombres más ricos del planeta duplicaron sus fortunas, es decir, pasaron de 700 mil millones de dólares a 1.5 mil millones de dólares. Por eso emergemos, para exigir empleos y salarios dignos con plenos derechos laborales y de seguridad social.
Emergemos movilizadas para denunciar las desigualdades en el acceso a la vacuna y en las terapias contra COVID-19, para denunciar el desabasto de medicamentos y exigir a las compañías farmacéuticas que liberen sus patentes y compartan tecnología con países de bajos ingresos. El 87 por ciento de las personas en países de bajos ingresos no tiene un esquema completo de vacunación.
Emergemos conscientes para enfrentarnos a la amenaza de la crisis climática y sus impactos diferenciados. El 80 por ciento de las personas desplazadas por desastres y cambios relacionados con el clima en todo el mundo son mujeres y niñas. Emergemos para denunciar a las grandes empresas que por sus emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación del aire y del agua, sus desechos tóxicos y su depredación de la naturaleza, impactan directamente en los derechos humanos como el agua, la salud y el medio ambiente.
Emergemos valientes para confrontar el cierre de espacios cívicos, defendernos ante los ataques a la organizaciones de la sociedad civil y los movimientos feministas, denunciar las amenazas y asesinatos de periodistas y defensoras de derechos humanos y territorios, para exigir la consulta y la participación en proyectos de desarrollo que afectan la vida y las economías de las mujeres en comunidades, para hacer frente al discurso de odio.
Emergemos fortalecidas por el reconocimiento – por fin – de nuestros derechos sexuales y reproductivos en algunos países, después de largas luchas para legalizar el aborto y reconocer las identidades de género y las relaciones sexodiversas.
Entre otras razones, por eso emergemos, por todas las mujeres del mundo, en toda su diversidad, y hoy también por todes quienes viven y sufren la guerra impulsada por aquellos que siguen ejerciendo el monopolio de la violencia. Salimos a marchar con una gran carga, pero también con un renovado impulso, como lo dijimos hace un año, para plantear una agenda transformadora.
Nos vemos más tarde en las calles y en las redes para seguir luchando por el mundo diferente que queremos construir.
