«Mi madre me lo dijo»

Con esas cinco palabras: “Mi madre me lo dijo” y de antesala un adverbio de lugar, el autor de los relatos más vivos del México campesino, Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, justificó una narrativa que, dependiendo de cada versión, ocupa caprichosamente 135 ó 140 cuartillas de Pedro Páramo. Y es que lo entendió todo.

El desolado paisaje de los caseríos rurales, herencia del abandono de una política pública incapaz de gestionar las necesidades más básicas de su población, así como la mística detrás de la palabra de una mujer que, aun en su lecho de muerte, nos encomienda a los deseos más profundos de la humanidad. La eternidad. Aquí o en San Gabriel, Jalisco…

Las grietas del soleado campo dan paso a la semilla. Evangelina Robles, mujer campesina y luchadora social, es una de ellas. Una semilla para todas las otras mujeres que habitan las antiguas tierras descritas por la literatura rulfiana. Para las mujeres que, como Eva, convierten en cotidiana la dignidad de las personas que la rodean.

Es la única ruta. Un camino sinuoso como el descrito en la narrativa dantesca de la Divina Comedia, o bien, en Pedro Páramo, donde un Caronte nos acompaña por el Tártaro con un burro como balsa. El camino en realidad son cuatro. Cuatro Caminos es la carretera rumbo a Ciudad Guzmán, pasando al Jazmín, se llega al Ejido San Isidro, municipio de San Gabriel, donde un montón de mujeres luchan contra la muerte que viste de transnacional, que comercia con el alimento de la región denominada por los gobiernos contemporáneos como: “El gigante agroalimentario”.

El enemigo no es cualquiera, ni es monolítico. Amway Nutrilite S.R.L. de la familia DeVos, cuyo miembro más público resulta ser la republicana exsecretaria de educación (del gabinete de Donald Trump), Betsy DeVos, tienen desde 1988 tomadas 280 hectáreas, de las 300 que comprenden el ejido.

Mismas tierras que fueron legalmente distribuidas bajo los términos del Reparto Agrario cuando, por un decreto presidencial promulgado por el General Lazaro Cárdenas del Río, se decidió entregar parcelas a las comunidades que las ocupaban y trabajan. Desde entonces, las mujeres de San Isidro, incluyendo actualmente Eva Robles, mantienen una resistencia frontal a lo que denominan como el despojo del Llano.

El extraño enemigo

Desde esa fecha (1988) las personas que habitan el ejido San Isidro, disconformes por el incumplimiento de las autoridades, se levantaron en lucha.

Según narra la abogada del caso, Carmen Figueroa, el argumento que utilizaron para incumplir el decreto, era que el proyecto de Nutrilite S.R.L. de C.V. aparecía normado conforme al Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000, que se pretendía superar la pobreza y el impulso a la producción de proyectos productivos. Por esa razón, las tierras originalmente ejidales fueron arrebatas de sus propietarios. Sobra decir que esa productividad y desarrollo jamás vio la luz en San Gabriel.

Y aunque esa lucha terminó (y se ganó), la empresa se rehúsa a dar cumplimiento, ahora, argumentando “expropiación” y llevando el caso a las instancias internacionales.

Sobre el desacato de lo dictaron las leyes mexicanas, Raúl de la Cruz, representante del comisariado ejidal explica que, desde dónde él lo ve, el gobierno en turno de Andrés Manuel López Obrador, está entorpeciendo las actividades de entrega y recepción de las tierras. Así como lo han hecho otros gobernantes.

“La orden fue girada el 27 de abril de 2022, donde expusieron la Orden de Ejecución que se tenía que cumplir desde 1939. Nosotros somos ya la tercera generación de esta defensa. Pero en el proceso, primeramente lo empañaron los funcionarios de SEDATU; los hago responsables porque desde que se emitió la orden tardaron mucho en girarla a donde se tiene que firmar en Guadalajara”, explica.

Finalmente, la entrega del ejido a los campesinos sí comenzó el día 27 de enero de este año, y consistió en la delimitación de las mojoneras colindantes. El deslinde de la propiedad apócrifa, sin embargo, sin dar más explicación a los ahora propietarios, la toma de posesión por los propietarios originales, otra vez no se llevó acabo.

La lógica, la del despojo, recae en las mismas prácticas de siempre: ponderar los intereses empresariales a los de las personas.

En un país (mundo) donde la vida de una persona obrera vale 207.44 pesos mexicanos por día laborado. No importa si no tienes hogar, no importa si no hay escuelas cercanas, tampoco importa que las personas pasen esas 8 horas de jornada laboral, inhalando el mismo veneno que tiene a las infancias de Jalisco orinando glifosato.1

Pero la vida campesina es diferente para los hombres y mujeres, sobre todo, para las que crecen en el Llano Grande, una de las regiones con mayor índice de migración del estado de Jalisco.2

Entre la neoesclavitud y la impotencia

-Existe otro elemento, además del destierro de comunidades, del que nos hemos alejado para discutir pero que es necesario retomar-, dice Eva. Las diferencias de género, dados los roles establecidos en las comunidades campesinas que conforman la Ruta Rulfiana, convierten a lo que ya era desolador, en terrible.

Al tratarse de una comunidad con altos índices de migración a Estados Unidos, la población masculina que se queda a vivir en aquel municipio sureño, es realmente poca. De este modo, la realidad afecta directamente a una población suscrita, mayoritaria y visualmente, por casi puras mujeres.

-Para una mujer joven, campesina, que empieza a trabajar en los invernaderos de esta zona, las jornadas laborales son las mismas (que las de los hombres), o sea, tienes los mismos obligaciones que los hombres, pero las mujeres jóvenes, si están embarazadas, trabajan horario normal y están expuestas a los mismos agroquímicos que los compañeros ahí.

Hay muchos casos de leucemia y cáncer linfático en menores de 4 años en toda la región. Nosotros conocemos varios, no hemos documentado, pero pues es evidente. Las mujeres, trabajan pero también atienden el hogar y tienen sus hijos sin ningún tipo de consideración.

Esta es una de las explicaciones que da Eva al abandono de la vida campesina. Por paradójico que suene el “Gigante Agroalimentario”, cada día tiene menos habitantes. Ya sea por la crisis sanitaria originada por los transgénicos que abundan la región, o por la falta de oportunidades y servicios básicos de la zona, cada día hay menos almas en ese purgatorio corporativista.

Aunque también advierte que la devastación de la empresa es tan sólo una parte de la crisis: “como (las y los campesinos) están despojados de la tierra, no puedes trabajarla, y si quieres habitar ese territorio, pues no te queda otra más que trabajar como jornalero, es decir, obrero”.

La vida – en especial la de Evangelina – es de suma relevancia para su comunidad. Y como ella, existen otras cientos de historias de mujeres en todo México, y el mundo, que las une. No por la violencia transversal a la que están sujetas, sino por la búsqueda activa de un lugar, por pequeño que sea, donde se pondere la vida al negocio, donde los recursos naturales no sean tratados como moneda de cambio y donde todas las mujeres puedan serlo sin temor.

Ya sea, tomando las calles, enfrentando a una corporación, exigiendo horas extras en la maquila, en una embajada hablando de disparidad salarial, llevando a las infancias al colegio, existiendo o resistiendo. Y por esos motivos, en PODER, queremos realizar un pequeño homenaje a todas las sembradoras de justicia climática, de San Gabriel a Bacanuchi, las mujeres, cualquiera de ellas que nos recuerdan que la naturaleza, la vida, el campo y la comunidad, siempre serán más valiosas que el capital. Porque la dignidad no se compra.

#SembrandoJusticiaClimática

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#8M: Sembramos justicia climática

  Marzo 08, 2023

Pronunciamiento de PODER en el marco del Día Internacional de la Mujer 2023.