En un contexto de incertidumbre por las regresiones en Estados y empresas, sostener la lucha y garantizar los derechos de las personas LGBTIQ+ es garantizar una vida digna para todas las personas.
Este mes de junio, en el que como cada año conmemoramos las luchas por los derechos de las personas LGBTIQ+, nos encuentra en tiempos de incertidumbre.
Aquella revuelta de Stonewall, el 28 de junio de 1969 en el mítico bar de Nueva York, parece muy lejana. Pero a su vez esas mismas consignas tienen más relevancia que nunca.
En estas décadas han pasado distintos gobiernos, las coyunturas han ido cambiando y las luchas se han fortalecido. En México, hemos conquistado derechos fundamentales como el derecho a la identidad de género, al matrimonio igualitario, a la atención a la salud, a formar familias diversas, y la participación de las personas LGBTIQ+ se ha ampliado en el espacio político y económico. Pero México no se encuentra fuera del mundo y enormes retos persisten, tanto en el país como a nivel global, en un contexto en el que observamos retrocesos en países que antes se mostraban como aliados a la agenda de derechos.
Si pensamos en el trabajo como un espacio de potencial desarrollo y acceso a oportunidades, las personas de la diversidad sexual y de género encuentran numerosos obstáculos para el pleno goce de sus derechos. Según un reciente estudio de Coqual, las personas LGBTIQ+ sufren discriminación sistemática, y esto lleva a que experimenten problemas de salud física y mental, baja productividad, y sensación de inseguridad en el lugar de trabajo y los traslados, de forma significativamente mayor al personal que no se identifica como LGBTIQ+. Asimismo, el riesgo de abandono del trabajo se incrementa prácticamente al doble para personas sexo-diversas.

En esa encuesta, profesionales LGBTIQ+ de diferentes países respondieron que para sentir que pueden desarrollarse en el trabajo cambian su apariencia, evitan hablar de su orientación sexual u omiten nombres y pronombres de las personas con quienes mantienen vínculos sexoafectivos. Al mismo tiempo, las personas que no se identifican como LGBTIQ+ y que respondieron a la encuesta apoyan más la igualdad de acceso para personas gays, lesbianas y bisexuales, que para las personas trans y no binaries.
Esto se inscribe en un contexto regresivo, en el que las protecciones a los derechos de las personas LGBTIQ+ están en retroceso en diversas regiones y en el que se está demonizando la perspectiva de diversidad, equidad e inclusión por parte de diversos actores. Muchas empresas que estaban avanzando en acciones para brindar espacios libres de violencia y mayor acceso a derechos a su personal LGBTIQ+, así como sumándose a iniciativas más amplias de apoyo a la comunidad sexo-diversa, han retrocedido en sus compromisos públicos, particularmente en Estados Unidos, a partir de órdenes ejecutivas de la administración actual.
Es importante aclarar que dichas órdenes ejecutivas, así como sucede en otros países como Argentina con sus retrocesos en materia de género en el Estado, son aplicables a las instituciones públicas, y solamente aplicarían a las empresas privadas en sus contratos con el gobierno.
A pesar de ello, numerosas empresas, algunas de las más grandes e influyentes del mundo, han efectivamente desarticulado sus iniciativas de diversidad, equidad e inclusión (DEI), lo cual genera un ambiente habilitante para la discriminación y violencia contra las personas LGBTIQ+. Esta es probablemente una de las pocas agendas en las que las empresas, voluntariamente, eligen cumplir con algo que no es obligatorio, con el fin de jugar a lo seguro y ser vistas con buenos ojos por los actores gubernamentales.
Asimismo, se está observando una disminución en el apoyo, tanto financiero como político, a las organizaciones de la sociedad civil que defienden los derechos de la comunidad de la diversidad sexual y de género, así como la provisión de servicios. Con el cierre de la cooperación estadounidense a través de la agencia USAID y otras, cientos de agrupaciones han sido afectadas, muchas de ellas cerrando programas –incluyendo refugios– y dejando ir personal. En esa misma línea, empresas que antes apoyaban las movilizaciones en torno al Mes del Orgullo se han mostrado menos abiertas a ello. Particularmente en Estados Unidos, se ven ejemplos claros como el caso del desfile en la ciudad de Nueva York, que está experimentando una pérdida de apoyos por parte del 25 % de las empresas que antes respaldaban esta movilización.
Sin embargo, no todo son malas noticias. El pasado mes de mayo, en el contexto del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia (17 de mayo), la Iniciativa para Bolsas de Valores Sostenibles impulsó por primera vez el «Campanazo por la Igualdad LGBTIQ+» en el cual participaron 15 bolsas de valores, incluyendo la Bolsa Mexicana de Valores. En este evento, participaron una multiplicidad de actores, incluyendo empresas del sector financiero, reafirmando sus compromisos con la diversidad.
También se llevó a cabo la 5ta Feria de Empleo para Personas Trans en la Ciudad de México, organizada por la Federación de Empresarios LGBT+ en colaboración con la Unidad de Salud Integral Para Personas Trans. En este evento participaron más de 20 empresas ofreciendo vacantes con perspectiva de inclusión y asistieron más de 300 personas solicitantes.
Es decir que, aún en un contexto volátil y de incertidumbre a nivel global, existen oportunidades para seguir avanzando en la protección y garantías de derechos a las personas LGBTIQ+, y el compromiso por parte de las empresas es más importante que nunca. En ese sentido, es fundamental resaltar que según los Principios Rectores de Empresas y Derechos Humanos de la ONU, las empresas tienen una responsabilidad independiente de respetar los derechos humanos de todas las personas. Esta responsabilidad es independiente de la voluntad o la capacidad de los Estados de cumplir con sus obligaciones de protección. Por lo tanto, las empresas deben tener siempre presente que tiene una responsabilidad internacional de no tomar decisiones que pudieran afectar los derechos humanos, sin distinción de grupo poblacional.
Además, las empresas que tienen equipos más diversos y con oportunidades reales de desarrollo, así como colaboración con organizaciones de la comunidad LGBTIQ+ y que acceden a consumidores y mercados donde la inclusión importa, tienen más éxito en los negocios, siendo hasta 10 veces más rentables.

Otro dato interesante es que las ciudades con mayores protecciones a las personas sexo-diversas son las que demuestran un mayor crecimiento económico y una mayor innovación. Según un reciente estudio de Open for Business, las ciudades que tienen un puntaje más alto en inclusión de las personas LGBTQ+, atraen mayor capital humano y puntúan más alto en innovación y en cultura emprendedora. La Ciudad de México es la mejor rankeada de las ciudades mexicanas, siendo mencionada como una de las líderes en la región latinoamericana, seguida de Guadalajara y Monterrey. Las tres figuran como ciudades parcialmente abiertas. México tiene una oportunidad histórica de ser líder en esta materia que ojalá no se desaproveche.
En este mes del Orgullo LGBTIQ+ es importante mirar más allá de la coyuntura y navegar estas aguas bravas con fuerza y decisión. Ante tiempos desafiantes, caracterizados por narrativas violentas contra las personas de la diversidad sexual y de género – y un particular ensañamiento con las personas trans – sostener la lucha se vuelve imprescindible. Las empresas deben cumplir con sus responsabilidades. Identificar dónde están los compromisos reales, que van más allá del rainbow washing, y seguir exigiendo una conducta empresarial responsable, así como resaltar la centralidad de que los Estados cumplan sus obligaciones en materia de derechos humanos es clave. Construir colectivamente entre comunidades, empresas y gobiernos parece ineludible. El Orgullo es resistencia y es una oportunidad de construir poder colectivo. Garantizar los derechos de las personas LGBTIQ+ es garantizar una vida digna para todas las personas, y esto en beneficio de la sociedad en su conjunto. El momento es ahora.
* Fernanda Hopenhaym es codirectora ejecutiva de PODER.
* Este artículo fue publicado en El Plumaje de Animal Político.