La figura de Frida, la perrita rescatista de la Secretaría de Marina (SEMAR), se ha convertido en un símbolo de esperanza y resiliencia en México. Su imagen, equipada con goggles y botas, se volvió viral tras su participación en las labores de rescate durante los sismos de septiembre de 2017, lo que la catapultó a un estatus de heroína nacional. Sin embargo, un análisis de documentos oficiales y una posterior confirmación de la SEMAR revelan el intento de un consorcio del sector cervecero por registrar su nombre como marca, un trámite que fue rechazado por la autoridad competente.
Frida, una hembra de la raza labrador, formó parte de la Unidad Canina de la SEMAR y dedicó su vida al servicio de la nación. A lo largo de su trayectoria, participó en más de 50 misiones de rescate, localizando a 12 personas con vida y recuperando 43 cuerpos. Sus misiones de búsqueda y rescate no solo se limitaron a los terremotos en México, sino que también incluyeron labores humanitarias en Haití tras el terremoto en 2010 y un deslave en Ecuador en 2017. Su valiente labor le ganó el corazón de millones de mexicanos y trascendió fronteras, convirtiéndose en un ícono de la solidaridad y el trabajo conjunto en momentos de tragedia.
En un gesto de reconocimiento a su invaluable servicio, la Secretaría de Marina develó una estatua en su honor y la unidad de rescate de dicha secretaría decidió portar su imagen como un emblema en sus futuras misiones. Su fallecimiento en noviembre de 2022, a causa de padecimientos propios de su edad, fue un momento de luto nacional, reafirmando el profundo respeto y cariño que el pueblo mexicano sentía por ella.

La solicitud de marca y la postura de la Marina
A pesar del profundo significado cultural y social de la perrita, documentos del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) revelan que el nombre «FRIDA MARINA» fue solicitado como marca comercial. El expediente, con fecha de presentación del 25 de septiembre de 2017, apenas unos días después del devastador sismo que la hizo famosa, identifica como solicitante a la «asociación cervecera de la república mexicana, a.c.».
La solicitud abarcaba productos de la Clase 32, una categoría que incluye, entre otros, «cervezas; aguas [bebidas]; aguas minerales [bebidas]; bebidas gaseosas; jugos de frutas; refrescos; sodas [aguas]». Además, la marca «FRIDA MARINA» era de tipo «mixta», lo que significa que incluía tanto la denominación como un diseño que mostraba a un perro con un chaleco en el que se leía la palabra «FRIDA», una figura claramente alusiva a la perrita heroína.
En entrevista para PODER, la Secretaría de Marina, confirmó el estatus de dicha solicitud como aprobada pero con veto interpuesto por SEMAR. La dependencia informó que «el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial resolvió que dicho signo no era registrable, con fundamento en el artículo 90, fracciones VII y XIV de la entonces vigente Ley de la Propiedad Industrial». Y por ese motivo aparece como pendiente de registro.
La SEMAR reiteró su «respeto absoluto a las determinaciones que emitan las autoridades competentes en materia de propiedad industrial e intelectual» y aprovechó para reconocer las expresiones de aprecio hacia sus «símbolos institucionales y el legado social que representan, siempre que no impliquen un uso inadecuado o un desvío de su significado original». Sobre la autorización activa, la SEMAR se negó a pronunciarse.


Un cuestionamiento ético
La revelación del intento de registro de marca plantea un debate público sobre los límites de la apropiación corporativa de símbolos de la memoria colectiva. Mientras que el registro de una marca es una práctica legal común para proteger la propiedad intelectual, el uso de la imagen de una figura tan querida y significativa como la perrita Frida para fines comerciales, específicamente en la industria de la cerveza, genera polémicas.
La figura de Frida representó la solidaridad y la capacidad de un pueblo para unirse ante la adversidad. Su legado es un tema de orgullo nacional, alejado de cualquier propósito comercial o de lucro.
La solicitud de registro, presentada en el mismo mes en que la perrita se convirtió en un faro de esperanza, podría ser interpretada como un intento de capitalizar un momento de vulnerabilidad y un sentimiento colectivo.
Sin embargo, el desenlace del proceso legal demuestra que la autoridad en materia de propiedad industrial coincidió en que el uso de la imagen y el nombre no era apropiado para fines comerciales. La resolución del IMPI respalda la idea de que los símbolos de servicio y altruismo deben permanecer al margen del mercado y de las marcas para preservar su significado original.






